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1 comentário:
(...) Quisiera demostrar que lo que la película de Antonioni nos invita a pensar es lo siguiente: el proceso de identificación de una mujer en el amor depende, en lo que al hombre se refiere, de una capacidad de decisión que falta en la mayor parte de los casos. O también: se cree que una mujer es un enigma mientras se cree que de lo que se trata es de conocerla. Pero en realidad se trata de decidirla.
El genio de Antonioni consiste en sumergirnos en el orden ideológico de la representación masculina, que coloca el enigma en el puesto de mando, y en hacernos ver, discretamente, que una decisión efectiva hubiera clarificado todo. (...) Si miramos bien de cerca, y especialmente si revemos todo a partir de lo que denomino el momento fílmico del no actuar, hay que pensar de otro modo: la mujer huye para crearle un espacio de decisión a aquél que ama, pero del que no puede saber, justamente a falta de decisión, si la ama a su vez. Si ella desaparece él deberá al menos decidir buscarla. Y como dice Pascal, si la busca es porque verdaderamente la encontró, es decir, la amó.
(...) Lo que pone la identificación de una mujer en el orden del día es el azar amoroso de un encuentro por el cual, de pronto, dos fragmentos de la humanidad indivisa entran en el juego de la diferencia y de su pensamiento. La brutal sexuación de las cosas por el azar de un encuentro: eso es lo que introduce, mucho más allá de las aporías del acto sexual, en el laberinto de la identificación.
Pero lo que la hace fracasar, al menos para Antonioni, pero también para muchos otros, es, dicho llanamente, una contradicción filosófica. Para la polaridad masculina —y es tal vez aquello que le es más esencial— identificar es conocer. Y como en realidad no hay nada que conocer y la desnudez pornográfica misma no da a conocer nada de una mujer, hay forzosamente un misterio que, poco a poco, invade el universo. Para la polaridad femenina toda la cuestión consiste en que el amor se decida explícitamente, aunque no sea más que por una declaración de amor. Esta vez se trata del acto, no del conocimiento. Si demasiada indecisión inicia demasiado misterio, se lo agravará por el retiro o la desaparición que brinde así, por un añadido deliberado de enigma, una última oportunidad a la decisión.
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